¿Funcionan los castigos para niños? Aprende disciplina positiva

María Clara Rodríguez, mamá de tres pequeños, autora y vlogger, nos comparte su experiencia con los castigos para niños y la corrección en la crianza.

¡Hola familia BABY FRESH! Que alegría saludarlos de nuevo desde espacio que nos ayuda a aprender y crecer en esta tarea de crianza, que nos presenta tantos obstáculos. Hoy hablaremos de los castigos para niños y consecuencias, pues sé que como padres nos cuestionamos constantemente hasta dónde debemos ser flexibles y hasta dónde debemos ser estrictos para formar seres humanos con buenos valores.

Para algunos no será sorpresa, pero quiero contarles que me estoy formando en disciplina positiva. Soy tan sólo una estudiante pero, aún así, he logrado acercarme a conceptos interesantes que me han hecho cuestionarme la forma en la que imparto disciplina en mi hogar, un valor que es de vital importancia para mí. Más allá de mi formación, hoy les quiero hablar como madre, como siempre lo he hecho en este espacio, pues más allá del conocimiento que tengamos, nos une el mismo sentimiento de querer ser los mejores padres para nuestros hijos.

Los retos del confinamiento

Es comprensible que para muchos este confinamiento haya presentado diversos conflictos familiares, en especial en el relacionamiento con nuestros hijos. Y no es inesperado, pues todo en nuestra vida cambió y nuestros niños no son la excepción; muchos de ellos están más irritables, algunos presentan retrocesos en su aprendizaje, o presentan pataletas, otros tienen comportamientos rebeldes, retadores, e incluso, agresivos.

Actitud de supervivencia

Vemos niños diferentes, pues ellos, al igual que nosotros, están en estado de alerta. Nuestros cerebros están tratando de adaptarse a una nueva realidad y eso hace que nos comportemos diferente, pues estamos en situación de supervivencia o actuando desde nuestro tallo cerebral y no ejecutivo, y eso, a su vez, hace que respondamos de manera diferente a lo habitual. Cuando estamos en situación de supervivencia, nuestro cerebro responde de tres maneras: atacamos de vuelta, huimos, o nos paralizamos.

Y eso lo podemos ver en situaciones concretas con nuestros niños: les pedimos que recojan sus juguetes, por ejemplo, y terminamos envueltos en un conflicto familiar. Todo porque ellos, en vez de atender nuestra instrucción, desordenan más, pareciera que no escucharan, o salen corriendo sin hacer caso.

Ellos explotan y nosotros también

Todos los días hay eventos en los que los niños actúan distinto a lo que esperamos, y eso indudablemente genera malestar y momentos difíciles en la familia. Muchos, sin saber que hacer, explotamos pues estamos en su misma situación: irritables. El conflicto nos lleva a dejarnos ganar por la frustración y es la molestia la que termina liderando la situación. Terminamos, de repente, enredados en un espiral de conflicto en el que yo como padre me altero, el niño se altera más, yo exploto peor, acudo a un castigo, me siento culpable, y al final no se soluciona nada.

Y justo eso es lo que debemos evitar y a lo que los quiero invitar hoy: A conectar con lo que realmente queremos como padres, a empoderarnos con herramientas que ayudarán a crecer con cada situación sin necesidad de castigos para niños que poco aportan a su aprendizaje.

Lo primero que quiero que entendamos es que el conflicto es una gran oportunidad de aprender. Nuestros hijos se verán enfrentados a conflictos de diferente tipo a lo largo de su vida, y de ahí la importancia se enseñarles a manejarlos. Así que cada vez que se presente un conflicto, pensemos que estamos formando para el futuro, y alejémonos de la sensación de malestar e intolerancia.  

¿Cuál es la intención de los castigos para los niños?

Mi segunda invitación, es a cuestionar nuestra intención. Es aquí donde más nos enredamos como padres pues con el ánimo de enseñarles algo positivo, olvidamos precisamente el fin: que el niño aprenda. Nuestra intención se desvirtúa fácilmente cuando impartimos castigos desproporcionados a la situación y a su edad, cuando pretendemos que sienta culpa por algo que hizo mal, o cuando para escapar del conflicto nos convertimos en mamás salvadoras y les evitamos el malestar otorgándoles lo que quieren. No podemos olvidar que la intención es siempre enseñar una nueva habilidad y acompañar, no que le duela ni salvarlos, pues ninguno de esos dos caminos le hará reflexionar y aprender.

Para conectar con la intención correcta es clave ser empático con el niño y validar sus sentimientos. Pensemos siempre antes de actuar ¿qué le ayudaría realmente a aprender eso que le quiero enseñar? Recuerden siempre pensar que nuestra labor es ayudarles a tener éxito en su futura resolución de conflictos, no hacerlos sentir peor, ni salvarlos.

Aprender el efecto de sus acciones

Lo tercero es acudir a las consecuencias y no a los castigos, pues estos, no surgen de una intención correcta y poco cuidan al niño. Los castigos, tienen una connotación negativa que deviene de un racionamiento adulto en el que pretendemos enseñar imponiendo una pena por un comportamiento inadecuado. En cambio, las consecuencias nos permiten motivar al niño a actuar de manera distinta, no por el miedo a un castigo, sino porque les permiten reflexionar sobre determinada situación, son más sanas y nos permiten caminar de manera menos dramática en la crianza y la educación.

Existen dos tipos de consecuencias que es importante asimilar y que ayudarán a los niños a entender cómo funciona la vida: las consecuencias naturales y las lógicas.

Las consecuencias naturales son las primeras que debe aprender el niño y se dan espontáneamente. No necesitan la intervención de nadie y enseñan una habilidad. Por ejemplo: si no uso un suéter, me da frío; si no soy amable, no querrán jugar conmigo; si no como, me da hambre; si no duermo, tendré sueño.

Por otro lado, las consecuencias lógicas, sirven para motivar y se enseñan cuando ya ha adquirido la habilidad de entender una consecuencia natural. Yo, como adulto, propongo un escenario de quitarle un privilegio, premiarlo, o enviarlo a un tiempo de reflexión, por ejemplo, y el niño tiene la posibilidad de elegir. No se ofrecen cuando estamos alterados, no son de amenaza, sino que conectan, son razonables, relacionadas y respetuosas. El niño es capaz de hilarlas y así tomar decisiones acertadas respecto a su comportamiento. Más concretamente podríamos ejemplificar este tipo de consecuencias, que me han resultado particularmente efectivas, en casos como el de terminar una tarea. Cuando Matilde no esta dispuesta a realizar alguna, acudo con calma a un: “si terminas tu tarea, puedes tener un tiempo de televisión”, o en otro caso, “si recoges tus juguetes podemos compartir un helado”.

Buscar soluciones es más positivo

Recuerden siempre, que a la hora de plantear escenarios de consecuencias es importante que estas sean respetuosas, relacionadas y razonables, y que contrario a los muchos creen, darles opciones de resolución de conflictos no es entregarles el control. De nada sirve un amenazante “si no terminas tu tarea no podrás comer en la mesa con nosotros” pues esto suena más a castigo y no nos estará ayudando a hilar de manera lógica su aprendizaje.

Dicho esto, conecto con el cuarto punto que es nuestra autorregulación. Debemos tener como nuestro mantra sagrado que yo soy el adulto, que debo mantener la compostura y que no se trata de amenazar con castigos, que al final, no cumpliremos.

En mi camino como mamá he aprendido a autorregularme haciendo pausas, accediendo a mi calma, a mi Yo racional, a mi cerebro ejecutivo, para regresar a mi intención y plantear escenarios de consecuencias lógicas.

Enseñarles cómo se sienten papá y mamá

Por ejemplo, cuando Matilde me está interrumpiendo constantemente con gritos durante una llamada, me calmo, entiendo mi frustración y no se la descargo a ella. En vez de gritarle, amenazar con un castigo, o incluso acceder a frases como “te lo dije: entonces ahora no podrás ver televisión”, “ahora te olvidas de comer un helado” o “por tu culpa no pude terminar mi reunión”, paro y le explico cómo me siento. Por ejemplo, “me siento frustrada porque no me dejaste terminar mi llamada y estaba hablando de algo importante para mi trabajo”. Intento empatizar con ella, entender lo que necesitaba en ese momento, y regresar al valioso ¿qué puede aprender ella de esta situación?

Para lograr es autorregulación es importante también que suplamos nuestra seguridad. Recuerden que nosotros también estamos en estado de supervivencia y es por eso que debemos intentar sentirnos seguras en lo que podamos para lograr acceder a ese yo racional. Así como los niños necesitan espacios de autorregulación como la actividad física, el juego o la estimulación, nosotros como padres también debemos buscar esos espacios de seguridad. Puede ser un baño a solas, un tiempo para hacer ejercicio, un momento de meditación, de lectura, o lo que sea que a ustedes como adultos les brinde calma, pues vale la pena recordar que nuestros niños son pares y entre más alterados estemos, también lo estarán ellos.

Por último, los invito a establecer acuerdos. Las cosas no siempre funcionan color de rosa y a veces, simplemente las cosas no fluyen a pesar de plantear escenarios lógicos y de intentar enseñar una habilidad. Y es aquí cuando es válido plantear juntas familiares y establecer formas diferentes de hacer las cosas, reglas, horarios o funciones claras que nos eviten caer en círculos viciosos de quejas y pocos cambios de comportamientos. El establecer acuerdos compartidos y no impuestos, también son una herramienta maravillosa que pueden aprender nuestros hijos para resoluciones futuras de los conflictos propios de la vida. 

¿Qué opinas de este tema?

¡Cuéntanos en los comentarios cómo manejas los castigos para niños! Te recomendamos nuestro video sobre disciplina positiva con una psicóloga experta. Dale play: